Meriendas de rechupete

*Play it loud!

Hoy suelto las tijeras y el pegamento y me pongo pastelera. La música se queda. Os traigo un dos por uno en galletas cubiertas de chocolate.

Yo nunca he sido demasiado repostera y reconozco que soy más de salado de que de dulce, sin embargo, en los últimos meses, he descubierto una extraña diversión al encerrarme durante horas en la cocina a preparar pastelitos varios. Y digo horas (y digo extraña) porque mi inexperiencia multiplica por unos cuantos los minutos necesarios para preparar estas recetas. Pero debe ser el espolvoreo de la harina, el azúcar, la mezcla de todos los ingredientes en una masa que por momentos da miedo, mientras piensas esto-no-va-a-haber-dios-que-se-lo-coma, el seguir mezclando para ver que puede que sí, que no pinta tan mal. Y el toque maestro del horno, que inunda cada una de las habitaciones de la casa de un olor riquísimo y hace crecer el pegote de masa que con mucha incredulidad hemos metido dentro. No sé, tiene algo de magia.

Una tarde de domingo me topé con una receta de galletas de No más – de mamá que pedía a gritos un ratito en los fogones (la podéis encontrar aquí), pero al no haber una sola tienda abierta tuve que modificar un poquito algunos de los ingredientes. Lo bueno de la repostería es que casi todo lo que necesitamos suele encontrarse en la despensa, por lo que, incluso si hay que cambiar algún paso, siempre puedes conseguir algo rico.

En este caso, yo prescindí de las vainas de cardamomo, usé azúcar blanca y mezclé la cobertura de chocolate con diferentes frutos secos.

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Para las galletas de chocolate negro seguí los pasos usando ralladura y zumo de naranja, tal y como indica la receta. La mitad de ellas las cubrí de chocolate con nueces y la otra mitad con pistachos. Para las de chocolate blanco, cambié la naranja por el limón y mezclé el chocolate con nueces de macadamia. La cayena les da un puntito interesante al contrastar con el dulzor del azúcar, aunque eso depende de lo amantes que seáis del picante, sin guindilla siguen estando bien ricas.

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Y una vez listas (eso sí, hay que tener paciencia y dejar que el chocolate solidifique del todo), ya sólo queda acompañarlas de un rico té, por ejemplo, y disfrutar de una buena y gratificante merendola. Y es que no hay punto de comparación entre comerse unas galletas del supermercado o degustar las que tú misma has creado a partir de la nada.

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¡Feliz puente y que aproveche!

fin post-

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