Si me contáis que estos días ha llovido y casi diluviado, os creeré por el ruido que hacía el agua al chocar contra la fachada de mi casa. Lo cierto es que una ciclogénesis explosiva, lluvia de meteoritos y hasta tormenta del desierto podría haber ocurrido ahí fuera, y yo me habría enterado de poco o nada. Sé que fue lo primero porque lo he visto en las noticias, claro. Y porque ya se encargó un apasionado Roberto Brasero de explicarnos bien en qué consiste eso de la ciclogénesis y de enseñarnos esas fotos preciosas, que envían los tele-espectadores, de nubes cargaditas de tormenta y amaneceres impagables.
No es que haya hibernado durante tres días y tres noches (aunque sí que tuve unas palabras con el Señor del Sueño, y conseguí que me devolviera algunas horas de menos que me viene entregando últimamente), pero es que, casi sin darme cuenta, llevo desde el martes sin poner un pie en la calle. Si cuando dije que estas Navidades serían familiares, no estaba bromeando.
Es lo que tiene volver a la casa donde fuiste niña, que las posibilidades son infinitas. Sobre todo para alguien con un elevado nivel de diógenes en la sangre como yo. Si la morriña acecha, siempre puedo echarle un ojo a las Super Pop de los años 90, a mi colección de Barbies despelucadas o a mis diarios llenos de delirios adolescentes. Además, me he venido de Málaga arrastrando conmigo media habitación del pánico de los sueños (esa donde acumulo todo lo que creo que me puede servir para crear algo), con la intención, bien podría parecer, de llevar a cabo una maratón de manualidades que me permita cumplir con todos mis autoencargos de regalos handmade.
Y llamadme abuela si queréis, pero bien a gusto que he estado. Tres días de cortar, pegar, dibujar, cocinar… Y comer. Comer mucho, pero mucho (por precaución y salud mental la báscula de mi madre y yo sólo nos estamos mirando de reojo, que no quiero que me baje de mi nube). Pero hoy ya cambiamos de tónica, que ningún exceso es bueno y el fin de semana llama a la puerta. Tocan los buenos paseitos, unas cañas con sus tapas y un poco del frío ese que te hiela la nariz.
Os digo yo que de aquí al domingo, casi habré renovado las energías que necesito para volver a la rutina el lunes (y si acaso falta un último empujón, tenemos la Nochevieja ahí, a un paso).
¡Disfrutad del fin de semana y de las fiestas, que aún duran!
Pues sí, han sido dos días horribles de mal tiempo, ( que digo yo que ya se podía haber esperado a que pasara la fiesta). Pero claro, el mal tiempo no sabe de fechas. Bueno li hemos pasado de lujo en casita con la familia. Feliz Navidad para todo el mundo mundial !!!!!!