Cuando era pequeña tuve una bicicleta, bueno, en realidad era de mi hermano mayor, aunque a veces la compartíamos. No la recuerdo con claridad, pero imagino que, si volviese a tenerla delante, una bicicleta de los ochenta no podría más que ser catalogada de vintage. Lo cierto es que nunca fui una crack en este aspecto y el único recuerdo que tengo de mí misma con aquella vieja compañera de juegos es el de darle vueltas y vueltas a la plazoleta que teníamos delante de casa.
Confieso que nunca aprendí a conducir sin manos, a hacer caballitos ni a frenar con derrapes. Y sin embargo, considero totalmente cierto eso que dicen de que aprender a montar en bicicleta es algo que nunca se olvida. Es así. Si ya aprendiste una vez, aunque haga veinte años, sabrás cómo subirte al cacharro, poner los pies en los pedales, mantener el equilibrio y tirar para adelante. Pero eso no hace que los caminos se hagan rectos, ni que todos los coches, motos, camiones, autobuses y peatones se queden en sus casas cuando tú decides que ha llegado el momento de volver a montar en bici.
No volví a subirme a una hasta los veinticuatro, cuando viajé a Berlín con unos amigos y decidimos hacernos un tour guiado por la ciudad. Nosotros cuatro, el guía, y unos quince turistas más. Aún no sé qué se me pasó por la cabeza para acceder a aquello, con lo miedosa que yo soy (cada año que pasa más). Supongo que me dejé contagiar por el entusiasmo de los demás y la perspectiva de re-descubrir la historia de la ciudad sobre dos ruedas. Y así, poseída por el espíritu de la aventura, agarré una de esas bici-caballos y me dispuse a hacerles pasar a todos un rato bien divertido (solo que yo aún no lo sabía).
En el paseo, que duró al menos un par de horas, estuve apunto de atropellar a una pareja de abuelillos (¿o fueron dos?), me desvié del camino en más de una ocasión y cada vez que parábamos ante un semáforo o paso de peatones y volvíamos a la marcha, todos tenían que aminorar y esperarme, porque la bici era tan alta que cuando frenábamos yo tenía que saltar del sillín al suelo para después volverme a subir (y eso lleva su tiempo, no me digan que no). Me gané unas tropecientas miradas de odio del guía del grupo, y nos llevamos a merendar al alma caritativa que (iluso él) se ofreció a ser el último del pelotón antes de arrancar, por si alguien tenía algún problemilla (alguno sólo) y que, como ya os podéis imaginar, acabó haciéndome de niñera.
Un par de años después de aquello, visité Amsterdam con una amiga y alquilamos una bicicleta, esta vez sin guía, gracias, y para mí, tamaño infantil, gracias (no os riáis), que a mí eso de que los pies me toquen el suelo, como que me da más tranquilidad. Ni punto de comparación. Entre Berlín y ésta, futura promesa del ciclismo incluso.
No he vuelto a intentarlo desde entonces. Aunque no negaré que fantaseo con la idea de tener una bici bien bonita, con su cestita en la que meter la compra, los libros, la toalla para la playa. ¡Ah! Y su asiento trasero, para pedirle a mi señor Wayne que salga a pasear conmigo y me lleve de paquete.
¡Feliz fin de semana!
Me he reido tanto, tanto, tanto con tus peripecias en bici! Espero que vuelvas a montar pronto para que nos sigas contando. Gracias, que buena forma de empezar un lunes despues de un puente.
Somos muchas al parecer, jajaja. Yo creo que no ‘aprendí’ a montar en bici hasta los 10 o 12 años, y solo en el carril de delante del cortijo (cuesta abajo cuesta arriba, en un carril de tienrra con pedruscos y grietas). Y digo ‘aprendí’ porque no sé ir en bicicleta, sé no caerme, que no es lo mismo, nunca la he cogido en ciudad y me aterran los ciclistas locos que circulan por Granada, con los niños a cuestas y sin casco, y desde que me saqué el carné para que decir los ciclistas que van por la carretera en pelotón como si el mundo fuese suyo…
Aún estamos a tiempo de ponerle remedio. Nueva misión añadida a mi lista de propósitos felices, que sólo hace engordar, a ver cuándo empiezo a tachar líneas de objetivos superados, jejeje.
¡Un besote y gracias por pasar!
Uff, anda que lo mío! De pequeña nunca me enseñaron a montar en bici (durante años me avergonzó decirlo). Hace unos años mi pareja me compró una y decidió enseñarme en el parque delante de casa donde estaban todos los borrachuzos, por supuesto yo me negué. Al poco me quedé embarazada (semanas después) y tuvimos que dejarlo. Hace unos meses, vuelta al ataque, me obligaba a pasar el domingo intentándolo, mañana y tarde, y al final, lo conseguí, aunque acabé con las piernas llenas de moratones. Puedo decir que aprendí antes de cumplir los 40, jejeje.
Ahora salimos de vez en cuando a montar en bici, pero que se aparte todo el mundo, que voy! Por supuesto, nada de ir por ciudad, ni carretera, ni donde haya mucha gente,…, más de un árbol se me ha atravesado ya. En cuanto quiero esquivar algo, ala, directa hacia ello.
Besotes
Se te ha olvidado contar aquélla en Paris, ejem… Jejeje. ¡Nunca es tarde para aprender! Yo no sé cómo andaré de equilibrio cuando vuelva a subirme a una. A ver si lo intento pronto.
¡Un beso!
Jajajajaja… No estás sola en el mundo… Yo decidí que quería acompañar a mi pareja con la bici para hacer cosas juntos… Soy un desastre total con la bici (solo la he cogido dos veces).. Y creo que ante cada paso de peatones ya los conductores deben ver mi cara de pánico, porque intentan frenar antes de que frene yo (que sino han de esperar a que atine mi pie en el pedal y reinicie la marcha (otra odisea)… Un día casi me llevo a un anciano, que menos mal que era majete y un largo etcétera (por cierto, coincidimos, aunque no en el lugar, que reemprendí la bici a los veinticuatro).
Amos, que sentirme identificada es poco, jajaja.
¡Y seremos un millón más, seguro! Pero no hay que perder la esperanza, oye. Todo es ponerse y ser constante. Aunque yo, si me animo, buscaré un sitio resguardado donde evitar atropellos y risas hasta que coja soltura :P
Jajaja!!!!! Me he reido un monton, mientras leia te veia como una pelicula. Así que con sillin detras para que te lleve, no sabes tu ni na. Un bezote.♥♥♥♥♥♥
Es una idea, jejeje. ¡No me digas que la estampa no es romántica! Aunque es asignatura pendiente coger soltura conduciendo yo, pero es que estoy segura de que si salgo a la calle con ella, me arrolla el primer bus que se cruce en mi camino… ¡Soy una miedica de pacotilla! :D
Jajaja!!!! Aunque no me puedo creer que aún te acuerdes de aquella bicicleta, era una BH roja. Toda una reliquia! !!!!