Puzzle DIY para dos hermanos

puzzle-DIY#PlayItLoud!

Hoy quiero enseñaros el último de los puzzles DIY que he creado (podéis ver los anteriores aquí y aquí). En esta ocasión era un regalo de una mami para sus dos peques, ya que el menor de ellos cumplía años y, con eso de que se acerca la Navidad, quería hacerles un regalo original.

Tiziana no quería decirme cómo debían aparecer los niños en el dibujo, esa decisión me la dejaba a mí, pero sí me contó, entre varias cosas, que a Pietro, el mayor, le encanta el fútbol y a Jose la música y que, además, les gusta mucho montar en bicicleta, y el pequeñín no se separa de su casco celeste, así que a partir de estos datos fui dándole vida a la ilustración.

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Crear este puzzle ha sido muy divertido porque son dos niños adorables y el cariño con el que su madre me hablaba de ellos resultaba contagioso, así que he intentado transmitirlo al dibujo y he cruzado los dedos para que a los peques les gustase tanto como a ella.

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Me cuenta Tiziana hace unos días, mientras celebraban el cumple de Jose, les dio el puzzle a los niños y que a ellos les gustó muchísimo y no tuvieron problema para reconocerse en él, así que ¡misión cumplida!

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Muchas gracias, Tiziana, por confiar en mí para darle vida a este regalo y dejarme conocer un poquitín a tus dos hombrecitos, he disfrutado mucho dibujándolos.

Espero que os haya gustado el puzzle y ya sabéis, la Navidad es más bonita si está hecha a mano con mucho amor del bueno.

¡Que paséis un fin de semana estupendo!

P.D. Aprovecho para recordaros que quedan dos semanitas sólo para el primer encuentro de #Blogersando en el que estáis invitados a participar con vuestras creaciones. El tema es Propósitos para el 2015 y tenéis toda la información acerca de cómo uniros aquí, pero si os surge cualquier duda, no tenéis más que preguntar ;)

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Cádiz: Viaje a la infancia

La-Caleta-Cádiz#PlayItLoud!

Hoy, con el fin de evitar un posible empacho navideño, aparco la temática festiva para compartir con vosotros una visita relámpago a un lugar muy especial. Quienes me seguís por Instagram quizás os tropezarais la semana pasada con un par de fotos que subí desde Cádiz, donde pase poco más de un día con mi madre y uno de mis hermanos. Pese a lo corto del viaje, tuvimos la ocasión de pasear por algunos de los sitios más bonitos de la ciudad y es que con una gaditana de pura cepa como mi madre es imposible no acertar con la ruta perfecta.

Cádiz es el sitio donde pasé la mayoría de mis veranos cuando era una niña, aquellos días eternos en los que la felicidad consistía en asomarme al balcón para respirar el olor a mar y perderme en la inmensidad de aquel océano que se extendía justo delante de la casa de mi abuela. Ponerme el bañador y agarrar el flotador de temporada para cruzar la calle y llegar hasta la playa de La Caleta, a la que se accede a través de ese arco que nunca podré olvidar, aunque no volviese a ver una foto en cincuenta años.

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Cádiz es también el lugar donde nací, pese a haber crecido en Ronda. Mi madre decidió que quería que yo naciera allí donde ella creció y así, en pleno verano y en uno de los días más calurosos del año, llegué yo al mundo oliendo a sal, aunque después me hiciese mayor en plena sierra.

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Recuerdo aquellos veranos con mucho cariño. Las noches calurosas de balcones abiertos de par en par, en las que teníamos permiso para acostarnos más tarde y en la tele podíamos ver Antena3 y Telecinco, cuando aún la señal de las privadas no había llegado a Ronda. Los días sin reloj haciendo castillos en la orilla, bolas de arena o buscando cangrejos entre las rocas. Las marcas del bañador en la piel como un tatuaje. La arena blanca de la playa. El trofeo Carranza que mi hermano mayor y mi abuelo no se perdían.

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Algunas mañanas, el plan consistía en hacer ruta familiar hasta la Plaza de las Flores, desayunar churros y ver los puestos. Otras caminábamos hasta ella para comer pescaito frito. Y pese a la de años que podía llevar sin recorrer el camino, reconocí las calles, las tiendas y hasta nos acordamos de algunos de los vecinos que siempre paseaban por el barrio.

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Y si Cádiz es bonita de día, no lo es menos de noche. Aunque reconozco que recorrerla bajo la luz de la luna me resultó algo más novedoso, como si de alguna forma se tratase de otra ciudad. Es lo que tiene que la mayor parte de mis recuerdos infantiles en esta ciudad tuviesen lugar a pleno sol. Por eso agradecí mucho el tour que nos regaló mi madre, que bien podría ella haber hecho con los ojos cerrados, creedme.

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La noche me regalo instantáneas como esta,  calles estrechas y farolas antiguas que alumbran fachadas sencillas pero a la vez tan bonitas, con persianas de las que ya no se compran para las casas y macetas muy andaluzas en sus pequeños balcones. En la siguiente foto, la Catedral de Cádiz y a su izquierda el colegio en el que estudió mi madre.

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El Gran Teatro Falla, casa de los carnavales, templo de chirigotas, comparsas, cuartetos y coros, de los que cantan con todo el arte cuplés y pasodobles de letras pegadizas con las que sacan punta a la actualidad, sin miedo a no dejar títere con cabeza.

Y hasta aquí nuestro viaje, relámpago y fugaz, pero muy valioso para mi retina, mis recuerdos y el carrete de mi cámara del móvil. Gracias mamá por rescatar tan buenas memorias. Me quedo con muchas ganas de volver a por más.

Espero que lo hayáis disfrutado y no me despido sin desearos un feliz fin de semana.

¡Hasta el lunes!

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Calendario Diciembre Craft&Music

Calendario diciembre craft&music#PlayItLoud!

Tres días quedan para diciembre, no más. Y tenemos la dichosa costumbre de mirar atrás cuando se acerca el final del año y preguntarnos dónde han ido a parar todos esos meses que han pasado por nuestras vidas desde el anterior enero. A mí me suele invadir una sensación contradictoria, porque aún dándome la impresión de que el tiempo ha pasado volando, también me parece que hace mucho, muchísimo desde que nos comimos las uvas por última vez.

De todos modos, podéis respirar tranquilos, aún no voy a soltaros ninguna lista interminable de propósitos para el nuevo año, ni me fustigaré por aquellos que no he cumplido en este que nos abandona (qué necesidad de sufrir). El tema que hoy nos concierne, como último viernes de noviembre, es el calendario descargable para el mes de diciembre, ese que vivimos un poco abrumados, embriagados por el espíritu de la Navidad (guste más o menos, esta fiesta es de las que te tienes que comer con papas, a no ser que te encierres en un búnker hasta después de Reyes).

Como yo sí soy un poco fan de la Navidad (aunque sin volverme loca), he querido darle un toque muy festivo a la prota del mes, con su abrigo con capucha roja, sus trenzas con coletero de bolitas y su pequeño regalo, adornado muy al estilo craft que tanto se lleva ahora, ¡con guirnaldas y todo!. Ya sabéis que para descargarlo no tenéis más que hacer clic en la imagen para verla a tamaño completo y guardarla en el ordenador y así será vuestra para siempre y estará lista para el uso que le queráis dar.

Y hasta aquí llegan las nenas del 2014, han sido once, porque enero se nos escapó. Aún ando dándole vueltas a qué inventarme para el 2015, así que si tenéis alguna sugerencia, los comentarios son todo vuestros y yo soy toda ojos.

Para quienes no queráis esperar a las entregas mensuales  y seáis más de colgar el calendario en la pared tan pronto como llega el 1 de enero, no hay nada por lo que preocuparse, porque el calendario más bonito del 2015 está a la venta aquí, creado por una servidora y otras seis ilustradoras como la copa de un pino, no puede ser más precioso…

Ya me despido por hoy, no sin antes anunciaros que el lunes vengo con algo bien grande y que espero os guste un montón, ya veréis qué bien lo vamos a pasar…

Pasad un fin de semana de rechupete ;)

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Un mapa para perderse

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#PlayItLoud!

Hay objetos cotidianos que me fascinan, que hacen que no pueda apartar la vista de ellos y consiguen hacerme soñar con los ojos bien abiertos. Me ocurre mucho con todo lo que tenga un aire vintage. Algunos lo tachan de moda y quizás tenga toda la razón del mundo, pero yo no puedo evitar encontrar belleza en un gran número de los trastos que hace cincuenta, cien, o los años que haga, debían ser de lo más simple y común (aunque seguro que ellos también tenían anhelos vintage por aquellas épocas).

Las maletas antiguas, de piel o de ese material parecido al cartón duro, las máquinas de escribir, las cámaras de fotos, las televisiones y radios, los teléfonos, las máquinas de coser, los suelos hidráulicos. La lista puede ser mucho más larga, pero como no quiero aburriros y perderos en una enumeración eterna, me voy a parar en los que hoy nos atañen: los mapas y los globos terráqueos. Me encantan los mapas y es que, a parte de lo bonitos que puedan ser, creo que tienen algo mágico (menos los mapas de los ríos que me obligaban a estudiarme en el colegio y que nunca conseguí aprender, no me preguntes por dónde pasa el Ebro, mejor búscalo en Wikipedia), desde la capacidad de situarte en un punto exacto dentro de un planeta tan inmenso, a la de hacerte llegar al lugar donde se esconde un tesoro.

Y como soy así de peliculera, si me das cuerda te monto un cine con mil y una historias de creaciones de mapas, lugares mágicos y búsquedas de fortunas al más puro estilo Indiana Jones. Pero si hay algo más bonito que un mapa en plano, es verlo montado en forma de globo terráqueo. Aún recuerdo una lampara que tenía mi hermano en su habitación y lo bonito que era encenderla y ver iluminarse a los distintos continentes y a los mares azules que los rodeaban. Y ahora me da toda la pena del mundo pensar que en algún momento nos deshicimos de ella, porque sería maravilloso tenerla cerca para poder tunearla con un poco de chalkpaint y quizás convertirla en pizarra, o dibujar mensajes sobre ella, flores de mil colores, o marcar los lugares importantes a los que has viajado.

Así que mientras me hago con uno de estos globos y lo convierto en obra de arte, os invito a pasar por el tablero Pinterest que he creado para la ocasión. Pero hasta que llegue ese momento, he pensado que tampoco estaría mal dibujarlo y crear ilustraciones bonitas a partir de esta idea. Hoy os dejo con la primera (por si acaso vienen más) postal de un planeta en el que perderse con tu persona favorita, tanto, tanto que no os importe si quiera saliros del mapa.

¡Disfrutad del fin de semana! Y dadle al play, que no hay nada mejor que perderse con música…

***

PD. **Último aviso a navegantes** Os recuerdo que el plazo para participar en el sorteo por mi primer cumple-blog y haceros con el precioso paraguas de Esyumi termina esta noche a las 23.59h. Así que si aún no habéis participado, ¿a qué estáis esperando? ;)

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¿Por qué nunca me compré Grease?

Olivia Newton-John Grease#PlayItLoud!

¡Ay, los viejos tiempos! Aquellos en los que salíamos a la calle sin móvil hasta que se hacía de noche (y éramos capaces de encontrar a todos nuestros amigos, aunque no hubiésemos quedado), mandábamos cartas durante el invierno a los colegas que hacíamos en los campamentos de verano (esos sin los que parecía que jamás podríamos volver a vivir) y los fines de semana tu madre te daba dinero para ir a alquilar una película al videoclub.

Todo esto sucedía allá por principios de los noventa y en aquellas excursiones al templo de las películas, donde cientos de carátulas de pelis VHS se agolpaban en filas y filas de estanterías repartidas por varios pasillos, yo tenía mi favorita entre todas todas y sí, como ya habréis podido adivinar, era Grease.

Adoraba Grease (aún lo sigo haciendo) y podía verla infinitas veces en bucle sin cansarme de ella. Durante los días que duraba el alquiler intentaba ponérmela todas las veces que podía antes de devolverla al videoclub y esperar ansiosa a que mi madre volviese a darme dinero para alquilarla de nuevo. Esto no funcionaba del todo bien cuando la misión de elegir título debía ser compartida con mis hermanos, pero cuando podía escaparme sola, no alquilaba otra. Hasta el día que mi madre me dijo que le parecía a ella que ya estaba bien, que eso de invertir dinero una y otra vez en lo mismo no tenía mucho sentido y que hiciera el favor de elegir otra…

Pero la cosa no se quedaba en ponerme Grease en la tele. Por si fuera poco, el dueño de uno de los bares de la plazoleta donde jugábamos de niños, que era amigo de la familia, y mis hermanos y yo amigos de sus hijos y sobrinos, me grabó en una cinta de cassette la banda sonora de la película. Así que os podéis imaginar la de veces que ensayé la coreografía entre las cuatro paredes de mi habitación, creyéndome una Sandy Olsson de la vida en busca de su rebelde Danny Zuko. Recuerdo las noches de un verano en el que le pedíamos que la pusiera bien fuerte y mis amigas y yo convertíamos la plaza en aquel patio del instituto mientras bailábamos al ritmo de una especie de «chamimoa, chamimoa» que creíamos leer en los labios de los protagonistas cuando cantaban el «Summer Nights».

Después de tantos años no recuerdo bien si le hice caso a mi madre tras aquella advertencia suya o si seguí alquilando la película cada vez que tuve ocasión, pero tras todo este tiempo sí hay una cosa que me pregunto… ¿Por qué nunca me compré la película de Grease

Posiblemente os habréis tropezado con el video por las redes sociales, pero después de escribir este post no he dudado un momento al elegirlo como protagonista del #PlayItLoud! de hoy. Olivia Newton-John y John Travolta 35 años después, en una interpretación que a mí me despierta nostalgia y ternura a partes iguales. Da igual cuantos años pasen, ellos siempre serán Sandy y Danny y todos sus peculiares amigos.

¿No se os han quedado como ganas de ver Grease?

¡Feliz fin de semana!

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Happy Halloween! (o no…)

Halloween#PlayItLoud!

Celebrar o no celebrar Halloween, he ahí la cuestión. Llevo un par de años observando, cuando se acerca esta fecha, que hay opiniones diversas acerca de la implantación del Halloween y su «truco o trato» en la cultura española. Yo, como buena niña de los ochenta, no recuerdo ningún 31 de octubre de mi infancia rodeada de calabazas ni de telas de araña, y disfrazarme de bruja era una opción que tan sólo podía plantearme de cara a los carnavales.

Pero hay una cosa innegable, y es que casi todos los niños adoran Halloween, y yo les entiendo a la perfección, no voy a negarlo. Disfrazarme, celebrar una fiesta porque sí y recorrer el vecindario con tus amigos, llamando a las puertas para «dar sustos» y recibir caramelos a cambio, se me antoja más divertido incluso que tirarme al suelo a recogerlos en la cabalgata de Reyes (que diréis que es muy bonita y muy tradicional, pero más de uno y dos culazos en la cabeza me he llevado yo en mi tierna infancia con tanta sentadilla, así os lo digo, por no hablar de los pisotones…).

Yo soy de la opinión de que cualquier nueva costumbre que se instaure no estará nunca mal si su celebración regala ratos de felicidad. Tendemos a pensar que Halloween es una americanada cuando lo cierto es que tiene origen celta y que fueron los irlandeses quienes introdujeron la festividad en los Estados Unidos (más info en mi querida wikipedia). Ahora bien, prefiero ser prudente en mi posicionamiento a éste respecto y entiendo que quizás mi punto de vista favorable pueda deberse a que por aquí abajo no tenemos tradiciones como la castañada, que sí se celebra por otras zonas del país y que no considero debiera perderse por eso de «adoptar» la celebración de Halloween. Supongo que en este caso, votaría porque pudiesen celebrarse ambas (¿es eso posible?).

Confieso haber celebrado Halloween más de una vez, pero es que a mí un disfraz me encanta y si encima puedes irte de fiesta así vestida, qué más se puede pedir. Dicho esto, también imagino mi futuro como madre disfrazando a pequeños zombies y brujas y comprando surtido de chuches en el súper, si es eso lo que a ellos les apetece.

Y a vosotros, ¿qué os parece todo esto de Halloween? ¿Estáis a favor o en contra? ¿Hay alguna otra tradición que celebréis en su lugar? A mí, de cualquier manera, no me queda más que desearos que este fin de semana lo paséis de miedo ;)

Nos vemos el lunes.

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Música y letras ilustradas

Lost Stars (BSO Begin Again) - Adam Levine

#PlayItLoud!

Creo que ha nacido una nueva sección, que llamaríamos de forma parecida al título de este post. Y es que a veces, cuando sólo quiero dejarme llevar sin pensar demasiado, me abstraigo del mundo ilustrando frases que normalmente salen de canciones, como os contaba hace sólo un par de semanas aquí. Escribir y garabatear sin miedo, sin que nada tenga que ser demasiado perfecto y sin que necesariamente deba tener sentido. A veces una hasta queda satisfecha con el resultado.

La frase que he elegido hoy es de la canción Lost Stars, de Adam Levine, a quien quizás conozcáis más por ser el cantante de la banda Maroon 5, y no, no es que sea yo fan de este grupo, sino que el tema forma parte de la banda sonora de la peli Begin Again, que hace pocos días se convirtió en la estrella del combo «sofá-manta-peli» de la semana. No sé que opinión os merecerá a quienes la habéis visto o a quienes estáis por verla, pero desde mi papel de crítica inexperta que se deja llevar más por los sentimientos que por cualquier otro aspecto técnico del mundo del cine, os digo que a mí me encantó.

Begin Again es de esas películas que te deja buen sabor de boca, que te hace sonreír mientras la ves y desear que no llegue nunca al final (o al menos que dure un ratito más). Puede dar corajillo, de primeras, que la señorita Keyra Knightley, tan mona ella, además de actuar, sepa cantar de maravilla (cuando una lo hace tan mal…), pero es que la peli, musicalmente hablando, se la lleva ella. De hecho me quedo sin ninguna duda con su versión de la canción de hoy, que llevo escuchando en modo bucle desde que vimos la película (hoy sí que tenéis que darle al play).

Como yo soy anti-espoilers, nos os voy a contar ni un poquitín de su argumento, que mola más verla sin saber de qué va la historia. Pero si no tenéis muchos planes para el fin de semana y descansar forma parte los pocos que podáis haber hecho, he aquí mi recomendación. Ya me contaréis qué os parece cuándo la veáis.

¡Feliz viernes!

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Canciones desafinadas

Si te vas, Extremoduro - lámina#PlayItLoud!

Hace un par de días paseaba por las calles del centro con mi amiga Luisa y entre nuestras conversaciones encadenadas, serias y banales, se coló la voz de una chica que cantaba mientras caminaba acompañada de un par de amigos. Tenía una voz preciosa, bien digna de superar audiciones a ciegas y ser etiquetada de «monstra» por Rosario Flores (sí, reconozco que me enganché a la primera edición de La Voz).

No sabéis qué envidia me da la gente que canta bien. Ya sé que no está bonito eso de decir que una siente envidia, pero a veces pasa y poco se puede hacer por remediarlo. Y le decía a mi amiga, porque a ella también le pasa, que qué injusto es que te maraville cantar y no poder hacerlo bien, desafinar, ahogarte con el más grave de los agudos. No vale. Especialmente cuando una no sabe vivir sin música y cuando cantar a pleno pulmón te ayuda a liberar tensiones y a que entre subidón.

Yo canto mucho, sobre todo con música de fondo. Canto con fuerza y sentimiento en el coche, cuando voy sola, y puedo subir el volumen a tope para atreverme incluso con el más agudo de los agudos, aunque me ponga roja como un tomate. Canto en casa mientras dibujo (nunca mientras escribo, porque no puedo escribir con música), mientras cocino o cuando la canción de un anuncio me gusta (también cuando no, pero eso da bastante coraje, porque a ver quién te la saca entonces de la cabeza), y mi Señor Wayne, que es un encanto, nunca me dice que lo hago mal (tampoco me dice lo contrario). También canto cuando escucho música con auriculares, aunque esté en un sitio con gente, pero esto lo hago sin darme cuenta. Y, por supuesto, canto sin miramiento alguno con un par de copas encima, ahí canto lo que me echen, desde Paquito el Chocolatero a Los Chichos.

Y ya os he contado alguna vez que de pequeña creía cantar bien, y hasta llegué a protagonizar un par de actuaciones musicales (menos mal que por aquel entonces no existían los móviles, ni las cámaras de fotos con vídeo, ni el youtube…). También cantaba en el coro del colegio, aunque no me olvido de aquel año en que me pasaron de la primera a la última fila, con los de relleno. A mí me gusta contar que me cambió la voz, y que sí que es verdad que de niña sonaba bonita, pero dado que carezco de documentos audiovisuales que lo certifiquen, sólo me queda confiar en mi recuerdo (quizás es mejor así).

Historias a parte, hoy, para celebrar este post tan músical, os dejo en esta ilustración la frase de una canción que me encanta, de esas que escuchas en bucle mientras cantas como si lo hicieras mejor que Mónica Naranjo (la primera que se me ha venido a la cabeza). Si te vas, de Extremoduro. La tenéis en el #PlayItLoud, pero también os dejo aquí la versión en directo.

Feliz fin de semana y que suene la música

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Mi yo gafapasta (viernes desvariado)

nerds
#PlayItLoud!

Va, que ya es viernes, y dado que el viernes es, por lo general, el día estrella de la semana, hoy vamos a hablar de cosas simples, banales y fresquitas. Porque a veces no tiene una ganas de darle demasiadas vueltas al coco con temas profundos y trascendentales, con la que está cayendo… Así que mejor desvariemos.

Venía yo pensando que tiene gracia esto de las modas. Cómo cambian los conceptos, los significados (y hasta el idioma con el que nos referimos a ella). Cómo algo que nunca jamás de los jamases nos habríamos colocado en otro momento de nuestras vidas acaba convirtiéndose en nuestro objeto más cotidiano. Yo, por poneros un ejemplo, juré y perjuré que en la vida usaría pantalones pitillos allá por mis tempranos veinte, cuando me daban igual qué zapatos llevar porque la pata de elefante de todos los pantalones que había en mi armario los hacía invisibles al mundo, cuando mi madre me regañaba por ir «barriendo el suelo» con los bajos de mis vaqueros. Y aquí me tienen, palabritas comidas una a una, en mi ropero no hay más que skinny jeans. Ahora juro y perjuro que no habrá vuelta atrás y que nunca más volveré a usar pantalones campana (pero lo digo bajito y con la boca pequeña, que ya se tiene una bien aprendido aquello de no proclamar que «de este agua no beberé»).

Otro tema digno de mención es el de las «gafas de ver». Ese objeto que en nuestra niñez era el peor de los estigmas y te convertía en un «gafitas cuatro ojos capitán de los piojos». A mí me pusieron gafas con trece años y me negué a usarlas, ni siquiera en clase, y así estuve hasta los diecinueve, cuando mi madre accedió al fin a comprarme unas lentillas, pero a esas alturas mi miopía se había multiplicado ya por cuatro y gracias a ello ahora no veo tres en un burro. Hoy en día, sin embargo, la gente usa gafas aún sin necesitarlas, incluso sin cristales, y cuanto más grandes mejor. Yo misma tengo las lentillas muertas de risa en el armarito del baño desde hace cosa de un año y medio, cuando el señor Wayne me regaló las gafa-pastas preciosísimas que luzco a diario (aunque nunca me dibuje con ellas…).

gafapasta

Y de esta forma, usar gafas ha pasado de ser cosa de empollones  o «calculines», a ser lo más trendy y cool del momento. Ahora todos queremos tener nuestro punto nerd y los más modernos y estilosos se convierten en hipsters. Los tiempos cambian y aunque las modas de épocas pasadas siempre vuelven, jugamos a mezclarlas todas y conseguir un aire vintage maravilloso… No sé que opinión os merecerá a vosotros todo esto, pero yo le veo un lado no sólo bueno, sino fantástico y es que, básicamente, esto nos permite vestir como nos plazca, ser naturales, improvisar. Cosa que a mí, que hace mil años mil que me desconecté de las tendencias, me viene genial.

Y hasta aquí mi desvarío del viernes. Sólo me queda daros las gracias por dejarme compartirlo con vosotros e invitaros, como siempre, a comentar. ¿Qué pensáis de la moda en estos tiempos que corren? ¿Qué cosas os encantan y qué cosas os chirrían? ¿Cuál es vuestro estilo? El apartado de comentarios es todo vuestro.

¡Feliz fin de semana!

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Saltar en los charcos

Saltar en los charcos#PlayItLoud!

Olvídate de cuántos años has cumplido, olvídate de todos los trabajos que has tenido, olvídate de la crisis, olvídate del dinero, olvídate de todo lo material, olvídate del gobierno, olvídate de los titulares de los periódicos, olvídate de las broncas serias, olvídate de las tontas, olvídate de todas las personas que te han hecho mal, olvídate del qué dirán, olvídate de lo que se espera de ti. Olvídate de todo por un rato. De todo, menos de ti. Piensa en ti, piensa en lo que te gusta, piensa en lo que te hace disfrutar, piensa en lo que quieres ser, piensa en lo que te gusta hacer, piensa en lo que te hace sonreír, reír, explotar a carcajadas, llorar de alegría, piensa en lo que te hace soñar. Ahora hazlo. Hazlo aunque sólo sea durante un día, aunque sólo sea durante unas horas. Hazlo y sonríe, hazlo y sueña, hazlo y ríe, hazlo y llora.

Hace ya unos cuantos años que corren malos tiempos, pero por más cosas que quieran arrebatarnos, existe una riqueza que el dinero no puede comprar, y de esa tenemos una fortuna, pero ocurre que, con frecuencia, nos olvidamos de disfrutarla. Y es nuestra, nuestra y de nadie más, carece de intereses y de comisiones, pero reporta múltiples beneficios. Además, podemos hacer uso de ella cómo, cuándo y con quién queramos, sin recibos ni retenciones, sin nada que declarar.

Pasad un gran fin de semana, sed muy ricos y, si el tiempo lo permite, bailad bajo la lluvia y saltad en los charcos (y dadle al play).

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