Ando algo dispersa. Enero está siendo un mes raro, raro, raro y, a veces, cuesta sacarse las cosas que inquietan de adentro y dejarlas ahí, donde no puedan molestar. Por supuesto el lugar indicado no es el post de los viernes, que aún quiero que sigáis visitándome y haceros pasar cinco minutos agradables (o todo el tiempo que queráis). Así que, de momento, no inauguraremos la sección «gabinete de crisis». Mejor hablemos de cosas bonitas.
Como que mañana empieza febrero, y es de obligado cumplimiento descargarse el calendario del mes, ya sea para vuestros ordenadores, tabletas o bien impreso y colgado en la pared.
Y es que febrero va a traer un montón de cosas buenas, ya veréis. Tengo varios proyectos que van tomando forma y ya se colocan en fila india para empezar a desfilar por el blog, por lo que mejor (voz cinematográfica on) permanezcan atentos a sus pantallas. ¡Esto no ha hecho más que empezar!
A parte de todo esto, es viernes. Y los viernes en sí son una buena cosa. Porque durante dos días y medio podré apoderarme de ese regalo infantil que consiste en poder hacer lo que más me apetezca en cada momento, sin más responsabilidad que la de pasar un buen rato. Cuelgo las obligaciones hasta el lunes y no pienso cruzar palabra con ellas hasta entonces.
Toca empezar un buen libro. Cocinar un plato rico. Una sesión continua de la serie de turno (por aquí estamos con Orange is the new Black). Alguna película de las que tenemos pendientes. Unos ratitos de siesta. Un amanecer, o un atardecer. El despertador apagado. Ir a dar un paseo. Dibujar. Hacer manualidades. Ser felices.
Y hoy, dadle al *play y cantad como lo hace Love of Lesbian, «¡Sí saldremos de esta!».
¡Hasta el lunes!