Proyecto de la A a la Z: B de Ben’s Cookies

B de Ben's Cookies

#PlayItLoud!

La fotografía es una de mis asignaturas pendientes, lo reconozco. Allá por 2008, me compré una Canon preciosa que a día de hoy aún me mira muerta de risa desde el rincón del armario donde la guardo. Vivía en Londres y en una de mis crisis de esas de no saber qué quería ser de mayor, se me ocurrió que quizás podría complementar mi estudios de periodismo con la fotografía. Hice un curso que me sirvió de poco y salí a dar cuatro paseos con la cámara, pero aquello no cuajó.

Aún así adoro hacer fotos, y mi móvil (por mucho espacio que tenga) anda siempre fatal de memoria por culpa de las más de dos mil imágenes que puedo llegar a acumular en su carrete (aquí no exagero). Doy gracias a los avances tecnológicos que me permiten capturar momentos bastante decentes con la cámara de mi smartphone, juro amor eterno al formato Instagram y mantengo altas las esperanzas de coger un día mi réflex por los cuernos y aprender a hacer cosas bonitas con ella.

Este mes me he propuesto participar en el Proyecto de la A a la Z, una iniciativa fotográfica preciosa que Laura, de Miss Lavanda, inició el mes pasado (con la letra A, a la que llegué tarde, así que comienzo por la B, a la que llego por los pelos, porque acaba hoy…). Y para estrenarme (por ser mi primer mes, he tirado de hemeroteca, pero prometo cambiar eso a partir de la C), he elegido precisamente una foto de mi última escapada a la cápital inglesa (aún os debo un post por aquello). Ese momento casi mágico que uno vive al zamparse una de las deliciosas galletas de Ben’s Cookies. Si habéis pasado por allí, quizás las conozcáis, si no, apuntadlo y aseguraos de que hacéis parada en una de sus tiendas cuando tengáis la ocasión.

Son unas galletas enormes (como podéis ver en la foto), de forma y tamaño irregular (no hay dos iguales), que se venden al peso y aún conservan el calor de haberse cocinado en el horno. Aquel día, después de llevar toda la mañana recorriendo mi Londres favorito, saturando mi teléfono con un millón de fotos (ya os lo he dicho) y aliviando la nostalgia que me produce estar lejos de esa ciudad demasiado tiempo, me regalé una con chunks de chocolate negro (ummmmm…) a mi paso por Covent Garden (que es ese lugar que puede apreciarse detrás de la súper-galleta). Deliciosa. Y os lo dice alguien que no se pirra por lo dulce, pero hay cosas a las que una no puede resistirse…

Espero que hayáis disfrutado de este instante, breve pero bien dulce. No me voy si antes invitaros a pasar por el blog de Laura (aquí) y así conocer al resto de los participantes de este pequeño gran proyecto que de aquí a la Z será multitudinario, ya veréis.

Que paseis un gran día :)

fin post-

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Meriendas de rechupete

*Play it loud!

Hoy suelto las tijeras y el pegamento y me pongo pastelera. La música se queda. Os traigo un dos por uno en galletas cubiertas de chocolate.

Yo nunca he sido demasiado repostera y reconozco que soy más de salado de que de dulce, sin embargo, en los últimos meses, he descubierto una extraña diversión al encerrarme durante horas en la cocina a preparar pastelitos varios. Y digo horas (y digo extraña) porque mi inexperiencia multiplica por unos cuantos los minutos necesarios para preparar estas recetas. Pero debe ser el espolvoreo de la harina, el azúcar, la mezcla de todos los ingredientes en una masa que por momentos da miedo, mientras piensas esto-no-va-a-haber-dios-que-se-lo-coma, el seguir mezclando para ver que puede que sí, que no pinta tan mal. Y el toque maestro del horno, que inunda cada una de las habitaciones de la casa de un olor riquísimo y hace crecer el pegote de masa que con mucha incredulidad hemos metido dentro. No sé, tiene algo de magia.

Una tarde de domingo me topé con una receta de galletas de No más – de mamá que pedía a gritos un ratito en los fogones (la podéis encontrar aquí), pero al no haber una sola tienda abierta tuve que modificar un poquito algunos de los ingredientes. Lo bueno de la repostería es que casi todo lo que necesitamos suele encontrarse en la despensa, por lo que, incluso si hay que cambiar algún paso, siempre puedes conseguir algo rico.

En este caso, yo prescindí de las vainas de cardamomo, usé azúcar blanca y mezclé la cobertura de chocolate con diferentes frutos secos.

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Para las galletas de chocolate negro seguí los pasos usando ralladura y zumo de naranja, tal y como indica la receta. La mitad de ellas las cubrí de chocolate con nueces y la otra mitad con pistachos. Para las de chocolate blanco, cambié la naranja por el limón y mezclé el chocolate con nueces de macadamia. La cayena les da un puntito interesante al contrastar con el dulzor del azúcar, aunque eso depende de lo amantes que seáis del picante, sin guindilla siguen estando bien ricas.

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Y una vez listas (eso sí, hay que tener paciencia y dejar que el chocolate solidifique del todo), ya sólo queda acompañarlas de un rico té, por ejemplo, y disfrutar de una buena y gratificante merendola. Y es que no hay punto de comparación entre comerse unas galletas del supermercado o degustar las que tú misma has creado a partir de la nada.

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¡Feliz puente y que aproveche!

fin post-