#PlayItLoud
Yo vengo de una familia de tradición panadera. En el pueblo de mis padres, mi abuelo siempre fue conocido como Salvador el Molinero, por el molino de harina que tenían y a partir del cual se inició la trayectoria de los Sepúlveda en el mundo del pan. Como en todo negocio familiar, tanto mi padre como cada uno de sus hermanos aprendieron el oficio, pero fue uno de mis tíos el que se hizo cargo de la panadería que aún hoy abastece de pan y dulces a la gente del pueblo (con su horno de leña, del que salen las roscas más ricas que jamás se hayan podido probar). Por extensión, y siguiendo esa regla no escrita pero sagrada en todo pueblito bueno y chiquitito que se precie, yo también debía tener un mote, así que para los mayores soy la nieta de Salvador el Molinero y para la gente de mi edad la prima de Antonio el del pan (hubo quien intentó rebautizarme como la panaera, ojo, pero por suerte aquello nunca cuajó, gracias…).

La cosa es que quitando algún tonteo infantil con un par de bollos de pan que mis tíos me dejaron meter en el horno, por eso de poder decir yo he hecho pan, y las peleas de masa que disputaba con mis hermanos y mis primos cuando nos quedábamos solos en la panadería, nunca me había interesado demasiado por este mundo. Pero lo que tiene la creatividad es que cuando despierta a lo grande no se conforma con un sólo registro, necesita investigar, probar, alcanzar nuevos éxitos (y fracasos) y seguir practicando.

Hace unos días echaban en la tele un reportaje sobre el mundo de la cocina y uno de los temas que tocaron fue el del pan casero. Y fue entonces cuando me picó la curiosidad, tanto, tanto que decidí que sería una de las cosas que tenía que intentar casi de forma inminente. Así que aquí me tenéis hoy con mi primer bollo de pan casero y una receta tan facilita que os parecerá hasta mentira, pero doy fe de que funciona y os garantizo que es tremendamente satisfactorio comerte una rebanada de un pan que has hecho tú con tus manos y en tu horno, sin aditivos ningunos. Es magia.

Para no complicarme demasiado la vida con mi primera vez, he buscado recetas con un nivel de dificultad apto para principiantes y, de todas las que he visto, me quedo con ésta de La Cocina de la Abuela, que ha sido la que yo he adaptado para darle vida a mi primer bollo de pan casero. He de decir que nunca pensé que fuera tan fácil poder hacer algo así (os aseguro que después de haber cocinado cupcakes en más de una ocasión, esto es pan comido, nunca mejor dicho).

Lo más importante, si os animais a seguir la receta, es respetar los tiempos de espera que se marcan, ya que son necesarios para el correcto proceso de fermentación. Así que lo mejor es que os reservéis una mañanita en la que podáis combinar el horno y la lectura, por ejemplo, para que no os dé la prisa por quererlo ver terminado y que toda la operación se os vaya al garete (para impacientes crónicos, también es muy recomendable ésta receta de Isasaweis, que no requiere fermentación).

En cuanto a la forma, podéis darle la que queráis: rosca, bollo, barra, baguette, o incluso ir más allá y hacerlo aún más creativo con siluetas que resulten atractivas para los niños grandes y pequeños. Eso también forma parte de la diversión.

A mí, después de este primer intento con resultados satisfactorios, me quedan muchísimas ganas de repetir y seguir experimentando. Para la próxima quizás me atreva a mezclar distintos tipos de harinas y también añadiré algunas semillas y frutos secos, así me marco un pan multicereales, que son los que más me gustan.

¿Qué os parece? ¿Habíais probado alguna vez a preparar pan casero? En ese caso, os animo a contarme cuál vuestra receta favorita e infalible y así nos echamos una mano y seguimos aprendiendo.
Los lunes con pan son menos lunes, así que hoy toca comérselo.
PD. Esta tarde me asomaré de nuevo por aquí con los resultados del Sorteo VIP con Superpoderes, así que estad bien atentos, que igual toca ;)

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