Aquellos maravillosos años… noventa

Nintendo GameBoy#PlayItLoud!

No, no me ha poseído el espíritu del Fary, ni me ha dado por escuchar aquella canción del grupo malagueño Los Caracoles, de título «Eres un fenómeno». Ni siquiera sé si quienes me leéis identificáis alguna de estas dos cosas que acabo de mencionar. Lo que me ha invadido es un recuerdo infantil, como esos con los que los chicos de Yo fui a EGB nos arrancan sonrisas a los que, efectivamente, hicimos la EGB.

Para quienes nacimos entrados los ochenta y fuimos niños en los noventa, la Game Boy de Nintendo era lo más de lo más. Aquella video-consola portátil con unos supergráficos en gris-negro y verde, cuya resolución jamás habíamos visto hasta la fecha, y que se convirtió en uno de los objetos más cotizados por cualquier amante de los video-juegos. Nosotros tuvimos una, e imaginad lo que suponía compartirla entre tres, peleas y trampas para ver quién se hacía antes con ella o disfrutaba más de lo acordado de la misma.

De todos, todos, mi juego favorito fue Súper Mario Land 2, incluso conseguí pasármelo en más de una ocasión. También me acuerdo de aquellos cartuchos multijuegos (algo piratillas) que a veces hacían que el cacharro se quedase bloqueado y chupaban pilas a la velocidad de la luz. Y qué decir de los dedos pulgares, que casi perdían el rastro de las huellas dactilares a base de apretar los botones de la consola durante horas y horas…

Y de toda esta nostalgia surge la lámina de hoy. Porque yo, además de muy fan de esta gran mini-consola, he sido siempre una devoradora-analista de anuncios de la tele y allá por los noventa, cuando os contaba yo que la Game Boy era lo más de lo más, el anuncio con el que nos vendían lo súper cool (concepto aún desconocido por aquella época) que era tener una era éste, y su eslogan «Eres un fenómeno».

Así que mi pregunta, antes de despedirme, es: ¿algún otro nostálgico en la sala?

Que paséis un gran día.

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Los lugares mágicos de mi niñez

Ronda, ciudad soñada“He buscado por todas partes la ciudad soñada, y al fin  la he encontrado en Ronda»  – Rainer María Rilke

#PlayItLoud!

Hoy, como ya hiciera cuando os enseñe el caos que gobierna en mi escritorio, vuelvo a sumarme a otra iniciativa de BabyCatFace, esta vez totalmente distinta a la anterior. Aparcamos el mundo de la ilustración y lo hecho a mano y nos vamos de paseo por lugares mágicos. Yo, en realidad, he alterado un poquitín la temática, ya que Coral nos proponía mostrar algún lugar en concreto que tuviese cierto halo de magia para nosotros, pero como no he sido capaz de quedarme con uno, os traigo un buen puñado de fotos del lugar donde crecí: Ronda, una ciudad preciosa de la provincia de Málaga.

Lo cierto es que Ronda tiene bastantes lugares medio ruinosos fotografiables, que me habrían venido de perlas para esta entrada. Pero descarté algunos de ellos por cagueta y otros porque son algo difíciles de fotografiar y yo no llevaba más que la cámara del móvil. Por eso al final me decidí a pasear por la Ronda de mi niñez, que sin duda está compuesta por un montón de rincones mágicos que me transportan a la infancia sin tener que cerrar los ojos y hacen bailar mariposas en mi estómago, como cuando te enamoras. Porque al final es imposible no estar enamorado de esos lugares en los que has sido tan feliz, de esas calles y plazas por las que tanto has correteado. Y eso me pasa a mí con la Ronda de casas blancas y suelos empedrados.

Ronda Alameda

Empezamos el recorrido en la Alameda (arriba), un parque bien grande situado en la cornisa del Tajo (os aseguro que asomar la cabeza por entre los barrotes de esos balcones que se ven al fondo impresiona bastante). La Alameda es ese lugar donde tus padres te sacan a pasear en el carrito cuando eres un bebé, donde te llevan de niño para que corretees detrás de las palomas y le des de comer a lo patos, donde quedas con tus amigos del colegio los fines de semana (para comprar chuches en el carrillo de Mari, que allí está ella desde que tengo uso de razón, y no le pasan los años por encima), donde das tus paseos tímidos con esos primeros amores de la adolescencia. Ese sitio que pisé casi a diario desde mis tres años, cuando empecé a vivir allí, hasta los dieciocho que me marché. Se dice pronto.

Ronda colegio

Bajamos hasta la zona de los Ocho Caños por cualquiera de las tres cuestas que te conducen a ella. Allí está mi colegio, La Inmaculada y San José de la Montaña (colegio de monjas, sí…). Esa puerta que veis ahí, la del número 49, era la entrada de los mayores (y qué mayores que nos creíamos cuando por fin nos dejaban cruzarla), por la que accedías ya en los últimos cursos de la EGB. Allí pasé diez años y, por más que quisiera, me sería imposible resumir en un sólo párrafo todas las aventuras que viví con mis primeros amigos en sus patios, aulas y pasillos entre clase y clase, a la hora del recreo o en los ratos de comedor.

Ronda plaza oscuridad

No lejos del colegio, nos encontramos con la luminosa Plaza de la Oscuridad y las calles empinadas y escalonadas por las que accedes a ella. A salvo del tráfico y el bullicio que puedes encontrar en el centro de la ciudad. Es uno de esos lugares perfectos para escaparse un rato y cobijarse bajo una sombra, escuchando únicamente el ruido de los pájaros y el agua de la fuente.

Ronda Arco Felipe V

Otra de las zonas más mágicas es la del Puente Viejo y el Arco de Felipe V, que es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad y pese a ser objetivo de los numerosos turistas que visitan Ronda cada día, sigue siendo un lugar precioso para pasear (sobre todo si vas entre semana). También es un magnifico punto en el recorrido de las famosas «rutas del colesterol» (que así, de paso, acabé haciendo ese día), y es que subir y bajar cuestas de suelos empedrados es uno de los ejercicios más efectivos que existen. Y además es gratis.

Ronda ayto

Y para acabar el paseo, una de ventanas, macetas y flores de las que te sorprenden en cualquier esquina, convirtiendo las fachadas en pedacitos de arte. Beber agua dulce y fresca de una fuente y sentarte en la plaza del Ayuntamiento, a tomar un café a la sombra fresquita, con la música de una guitarra llena de magia de fondo y el corazón contento por haber revivido tantos recuerdos felices.

Gracias especiales a mi mamá guapísima por compartir este paseo conmigo, ataviadas con modelitos dignos de esas grandes «señoras que salen a andar». Vamos a tener que convertirlo en rutina cada vez que me escape de visita.

Espero que hayáis disfrutado del paseo, que no acaba aquí, porque aún os quedarán algunos lugares mágicos por descubrir en el blog de BabyCatFace y de los participantes que se hayan animado a formar parte de esta preciosa iniciativa.

¡Que paséis un gran día!

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¿Jugamos? Recortables Craft&Music

recortables-outfits

#PlayItLoud

Yo siempre he sido una niña-muy-niña. Vamos, un poquitín cursi. Ya desde bien pequeña decidí caminar por la vida cual princesita y mi ropa tenía que ser toda rosa, mis compañeros de juegos, una interminable colección de Nenucos, Pin y Pons, Barriguitas y Barbies (de éstas aún conservo unas veinte, con todos sus accesorios y vestidos), jamás me perdía Heidi y en mi radiocasete sonaban a todo trapo Bom Bom Chip y La Onda Vaselina (aunque también me dio fuerte por Azúcar Moreno el año que fueron a Eurovisión, con esa que cantaban de tus ojos bandidos, y me peleaba con mi vecina porque las dos queríamos ser la bajita en el playback). Por suerte, no soy hija única, y mis dos hermanos han sabido darme ese contrapunto brutote que tienen los chicos, limando un poco (muy poco) el exceso de edulcorante que se escapaba por todos los poros de mi piel.

Un día quise despertar de ese ensueño «princesil» y le pedí a mi madre que, por favor, se deshiciera de toda la ropa rosa que había en mi armario. No quería ver ni una sola camiseta de ese color. Bien pudo aquello ser un amago de fuga de ese mundo de niña-muy-niña en el que tan plácidamente vivía, pero creo que ahí se quedó la cosa, he seguido siendo una cursi de cuidado toda mi vida (por más que haya querido ocultarlo en muchas ocasiones). Pero eso sí, una cursi con clase.

Recortables c&m

De entre todos los juegos que me encantaban de pequeña, destacaban los recortables. Recuerdo lo contenta que me ponía cuando mi madre me daba unos cuantos durillos para ir a la papelería a comprar modelos nuevos. ¡Y lo difícil que era elegir! O ese momento maldito en el que a la muñeca se le empezaba a romper el cuello y lo arreglabas con varias vueltas de celo (aquí me paro y lanzo un suspiro en modo abuela… ¡La de años que hace de aquello!).

Como ya llevaba varios meses dándole vueltas a la felicidad  que me producía aquel instante, y es muy recomendable que no dejemos escapar al niño que llevamos dentro, me he propuesto recuperarla, así que he creado mi propia línea de Recortables Craft&Music. Con la ventaja de que ahora he podido ser yo quien diseñe los distintos modelos y sus posibles combinaciones, previo paseo por el mágico Pinterest. He de decir que ha funcionado, y que me fui de la imprenta dando saltos como si tuviera ocho años en el momento en que pusieron las copias en mis manos (por qué insistiremos a veces en olvidarnos de lo fácil regalarnos ratitos de felicidad).

Aquí os dejo unas cuantas fotos del proceso «mix and match».

Recortables shooting1

Recortables shooting2

Recortables shooting3

Recortables shooting4

Espero que os guste y, como siempre, os invito a que me lo hagáis saber. Y ya de paso podéis contarme si erais más de recortables, de cromos o de cartas y sobres perfumados. O si pasabais de estas cursiladas y os tiraba más darle patadas a la pelota y encestar el balón.

¡Feliz lunes a todos!

PD. ¡No olvidéis que mañana empieza abril y toca descargarse el calendario! Si os lo perdisteis el viernes lo tenéis aquí.

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