Postales, cuadernos y relatos ilustrados

postal-marinero-faro#PlayItLoud!

«Háblame del mar marinero». A veces la inspiración llega de la forma más tonta. El otro día me acordé de esta frase, parte de una canción de la que no conozco más que estas cuatro palabras y que ni siquiera estoy segura de saber tararear. Pero se me plantó en la cabeza y mis dedos se lanzaron a dibujar la historia de amor del marinero y la tabernera, que nunca había visto el mar y le pidió al apuesto hombre barbudo que se lo describiera.

Y él le habló de la orilla de aquella playa de la que se alejó hacía tanto, de las olas que en más de una ocasión le hicieron creer que jamás volvería a ella y de la luz de aquel faro que fue su salvación. De la calma que llega tras la tormenta, de las nubes que se disuelven y dejan ver el azul del cielo, de las gaviotas que bajan a pescar a las aguas de un mar en calma.

Y ella le escuchaba, embelesada, mientras rellenaba su jarra de cerveza y le pedía con la mirada que no callase, que le dejase soñar con el sabor de la sal y el olor del mar, con las leyendas de las sirenas y el vaivén de un barco en altamar. Que le ayudase a escapar de aquel pueblo perdido en la montaña, del sabor de la rutina y el olor de las moquetas empapadas en alcohol.

libreta-marinero

La inspiración nos ataca de la forma más tonta y nos regala trazos y colores que cuentan historias sin necesitar palabras (aunque vosotros, que ya me vais conociendo, sabéis que aún así yo las añado). Pero, pese a todo, no deja de sorprenderme cómo la mente vuela y construye episodios llenos de imaginación y fantasía a partir de una simple imagen. Éste siempre ha sido uno de mis pasatiempos favoritos y así acabé yo de cuentista.

Y entre relatos y dibujos, también me ha dado por querer enseñaros cómo pintaría la historia del marinero y la tabernera en forma de postal, de esas que deberíamos seguir enviando cada vez que nos escapamos de viaje. O en forma de libreta, como un de cuaderno de bitácora en el que escribir y pegar fotos y recuerdos bonitos de cada escapada.

Así me despido hoy, entre dibujos y relatos, para empezar la semana dejando escapar a la imaginación y pedirle que vuelva cargada de historias y un montón de inspiración.

¡Feliz lunes!

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Verano, ven ya…

Ganas de verano_

#PlayItLoud!

Soy más de verano que de invierno. Lo reconozco. Y mira que cuando se acerca noviembre, y por aquí abajo seguimos en manga corta y sandalias, despotrico y le pido al universo que nos mande un poquito de frío para poder colocarme el abrigo, los pañuelos (mi prenda estrella, no me verás sin uno, a no ser que haga cuarenta grados a la sombra), el gorro, las botas… Pero es como esa ilusión infantil que sentíamos con la vuelta al cole: efímera. La felicidad que daba estrenar libretas, estuches y pilots de mil colores (y qué manía se le cogía a quien más tenía). Y el ansia por que te mandaran deberes. Los primeros días volvías a casa feliz de la vida, te esforzabas por plasmar tu mejor caligrafía y hasta subrayabas los títulos en distintos colores. Un par de semanas después, llegabas a clase con la libreta emborronada suplicándole a tu amiga la aplicada que te dejase copiar las tareas.

Pues igual con el frío. A mí con un par de meses me sobra (y ya es mucho). Y ahora que los primeros signos de la primavera empiezan a asomar y las ganas de verano se multiplican por mil millones, una sale a la calle y se da cuenta de que lo que tenemos de momento no es la estación de las flores, con su temperatura agradable, que permite dejar la chaqueta en casa, sino el tiempo de los locos. Ese en el que te pongas lo que te pongas, nunca aciertas. Si hace sol y sales con menos ropa, te acabas pelando de frío. Si llueve y sacas el chubasquero y las botas de agua, una hora después parece agosto.

Sólo espero que este año el verano no tarde tantísimo en llegar como el año pasado, que a 21 de junio parecía otoño (y no estoy exagerando, si hacéis un poco de memoria seguro que lo recordáis). Así que yo, a modo danza del sol, quiero compartir con vosotros algunos pensamientos felices que se me vienen a la cabeza cuando pienso en el verano:

  • El piestureo. ¡Y qué bien sienta! Adoro pintarme las uñas de los pies cuando ya puedes lucirlos y hundirlos en la arena de la playa, acercarte a la orilla y sentir ese escalofrío que da el contacto con el agua helada del Mediterráneo (y que conste que todo esto es desde antes de la era Instagram).
  • Perderme en un libro. Bajarme a la piscina con la toalla y una buena historia, de esas que consiguen que te olvides del día, de la hora y hasta del mundo. Disfrutar de esas rachas en las que te zampas tres libros en una semana.
  • Terracear. Hacer un alto en el camino para disfrutar de una buena cervecita al sol, con unas aceitunas, unas tapas y la mejor compañía del mundo.
  • Trasladar la oficina al balcón. Porque por muy mona que haya dejado yo la pared que tengo delante de mis narices en el estudio, sentarse al aire libre y, a lo lejos, incluso ver el mar, como que sienta mejor.
  • Gin-tonics que parecen macetas. Sí, soy una enamorada de los gin-tonics, y quiero pensar que no es consecuencia de la fiebre que ha entrado por esta bebida, que hace que a veces nos la cobren a precio de riñón. Una noche de verano, buenas amigas, algo de música y una copa de balón en la mano. Eso es vida.

Y pensando mucho en esto, además de ahuyentar cualquier pensamiento maligno, igual consigo que que el satélite Meteosat ese se ponga de mi parte y nos mande unas cuantas fotillos de anticiclones permanentes, para que pronto podamos deshacernos de las mil capas de cebolla y lucir nuestra piel al sol (siempre con precaución).

Y vosotros, ¿me contáis que os sugiere el verano?

¡Feliz fin de semana!

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