Mañana me voy a Londres y estoy que no quepo en mí de alegría. Ya os conté que viví allí algunos años, pero desde que regresé a España, hace ya tres y medio, sólo había vuelto una vez, y fue en 2011, así que el mono es ya tan grande que ver cualquier imagen de la capital inglesa en internet, en revistas o en la televisión me provoca una ansiedad de campeonato (y ya no te cuento cuando alguien se va allí a pasar unos días, ¡o a vivir!, purita envidia siento, por muy poco bonito que esté eso). Pero es que Londres se quedó con un pedacito importante de mí, y creo que así pasen cincuenta años yo seguiré sintiendo este amor incondicional por esa ciudad a la que aún hoy sigo echando tanto de menos. Y eso que regresé por iniciativa propia y aquí estoy feliz de la vida, pero no puedo evitar tener el corazón dividido.
Llevo casi una semana apretando la agenda para hacerle hueco a todos los sitios a los que quiero ir y a todos los amigos que me dejé allí, y a los que sí o sí tengo que ver. Tengo muchos lugares que revisitar, unas cuantas pintas con las que emborracharme de charlas y risas y, por qué no, nuevos rincones por descubrir. Estoy elaborando una lista de sitios con etiqueta craft que formarán parte de mi itinerario (y que nunca visité mientras vivía allí, dado que las altas fiebres por las cosas bonitas me dieron algo más tarde). Así que preparaos, porque me temo que a mi regreso os voy a dar bien la lata con todo lo que este viaje dé de sí (vamos, que los post de Asturias y Cantabria, parte 1 y parte 2, se van a quedar en paños menores).
Quiero volver a toparme con ese skyline Londinense recortado por el Big Ben, que tanto me decepcionó cuando lo descubrí por primera vez (me lo esperaba yo más Big al tal Ben), pero que tan precioso me acabó pareciendo con el tiempo (de verdad que lo es), y por el London Eye, esa noria descomunal que da vueltas sin parar, despacio, para que quienes montan en ella puedan disfrutar con calma de una panorámica de la ciudad que no tiene precio (bueno, precio tiene el de la entrada, que a día de hoy puede conseguirse desde 17.95 libras si se compra online). Yo ya fui valiente en su momento y llegué a subir a ella en un par de ocasiones, por lo que ahora la aprecio desde el suelo y así mi súper-vertigo y yo nos llevamos bien.
También encontraré un rato para pasear por el Riverside, empezando la ruta en Tower Bridge, desde donde, si sigues avanzando, podrás ver el Puente del Milenio, la Catedral de Sant Paul (esa donde se le podía dar de comer a las palomas por dos peniques, no más, según cantaba Mary Poppins), el Shakespeare’s Globe Theatre o la Tate Gallery, aquí es de obligado cumplimiento subir a la cafetería (última planta) y dejarse grabadas en la retina (y en unas cuantas fotos si place) las maravillosas vistas que desde allí se disfrutan (la entrada es gratuita, como en casi todos los museos de Londres).
Las mañanas del fin de semana se las regalaré a mis mercados favoritos. Empezaré el viernes, dando un paseo por Borough Market, donde la comida se vuelve espectáculo y querrás que te presten un camión del Mercadona para llenarlo con ‘uno de cada’ y mandarlo de vuelta a casa. El sábado a Notting Hill, para perder la noción del tiempo en Portobello Road, que es puro color y bullicio, entre sus mil puestos de antigüedades, ropa, accesorios y objetos con los que querrías decorar tres casas. El domingo tengo tres. El atracón que empieza en Columbia Road y su precioso Mercado de las Flores, para seguir con Spitafields Market, donde hay mucho de todo, y también mucho handmade (suspiro), y acabar con Bricklane, el más autentico sin duda. Un mercadillo callejero donde puedes encontrar mil objetos de segunda mano, ropa vintage, bicicletas, puestos de bebidas, dulces. Prácticamente cualquier cosa que se te pase por la cabeza.
Y ya, para terminar, ¡oh, la comida! Quien diga que en Londres se come mal, miente como un bellaco o no ha ampliado sus horizontes más allá del KFC y el Subway (huye). En Londres puedes encontrar restaurantes de todos los rincones del mundo, regentados por personas de esos rincones del mundo. Indios, japoneses, chinos (pero chinos de verdad, no de los de arroz tres delicias con tortilla), libaneses, tailandeses, mejicanos, italianos. Cualquiera que se te ocurra, tú dilo, que hay uno seguro. Y con respecto a la comida británica, voy a romper una lanza a su favor y diré que hay muchas cosas que bien hechas, están de muerte, como el traditional Fish & Chips. Busca un restaurante especializado en este plato y prepárate para disfrutar (recomiendo muy mucho Poppies, en Bricklane, porque además de la calidad de lo que te sirven, el sitio es una pasada, sólo tenéis que echar un vistazo rápido a su web).
No más por hoy (la agenda es mucho más larga, pero estas cosas, mejor en pequeñas dosis). Prometo subir algunas fotos a Instagram, Twitter y Facebook (cuando el free wifi me lo permita), así que estad atentos. ¡Ah! Y yo me voy de vacaciones, pero el blog no descansa, así que os sigo esperando aquí el viernes y el lunes, no os despistéis.
¡Que paseis un gran día!
PD. Si conocéis Londres y tenéis alguna sugerencia craftiana (toma ahí), hacédmelo saber, ¡que la añado a la lista! Mil gracias :)