Así me siento yo últimamente, cual conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas. Siempre corriendo, siempre pendiente del reloj y siempre murmurando aquello de «voy tarde, voy tarde», aunque los sprint que pongo en práctica evitan que esto último pase la mayor parte del tiempo. Del coche al tren, del tren a clase, reuniones, nuevos proyectos y muchas ganas de hacer mucho.
Hoy, aunque me asome por aquí algo más tarde de la cuenta, no me lo voy a reprochar por eso de que es viernes, y los viernes todo vale. No es que a mí se me presente un fin de semana de los de plantar el culo en el sofá y hacerme un ovillo debajo de la manta (que con el frío que hace suena como el mejor de los planes, que por aquí hemos amanecido a cero grados y eso en Málaga no es muy normal), por aquello que ya os dije de que a nosotros nos toca mudanza.
Así que llegará el lunes y estaremos, probablemente, más cansados que el viernes, pero en estas rachas de cambios y de no parar, lo mejor es no perder la sonrisa y multiplicar las dosis de ilusión, que así es como las cosas salen bien (sin perder mucho de vista el teléfono del fisio, al que pienso llamar en cuanto desempaquete la última caja). De todos es sabido lo mal compañeros que son la prisa y el estrés, esos que cuando se juntan saben sacar lo peor de ti y convertirte en la peor combinación de Doctor Jekyll y Mister Hyde (aunque no prometo que no se me vaya a escapar algún que otro improperio en el proceso).
Voy a echarle valor y ganas al fin de semana, poner la música muy alta y cantar cual posesa (que así se me escuchará menos) mientras empaqueto trastos con orden, precisión y un rotulador permanente en la mano (repitan conmigo: etiquetaje).
Sin más por hoy, que voy tarde… Nos leemos el lunes.
P.D. Para fines de semanas musicales os dejo en el #PlayItLoud un nuevo descubrimiento que hice: George Ezra. ¡Engancha! Gracias, Lu ;)