Mi yo gafapasta (viernes desvariado)

nerds
#PlayItLoud!

Va, que ya es viernes, y dado que el viernes es, por lo general, el día estrella de la semana, hoy vamos a hablar de cosas simples, banales y fresquitas. Porque a veces no tiene una ganas de darle demasiadas vueltas al coco con temas profundos y trascendentales, con la que está cayendo… Así que mejor desvariemos.

Venía yo pensando que tiene gracia esto de las modas. Cómo cambian los conceptos, los significados (y hasta el idioma con el que nos referimos a ella). Cómo algo que nunca jamás de los jamases nos habríamos colocado en otro momento de nuestras vidas acaba convirtiéndose en nuestro objeto más cotidiano. Yo, por poneros un ejemplo, juré y perjuré que en la vida usaría pantalones pitillos allá por mis tempranos veinte, cuando me daban igual qué zapatos llevar porque la pata de elefante de todos los pantalones que había en mi armario los hacía invisibles al mundo, cuando mi madre me regañaba por ir «barriendo el suelo» con los bajos de mis vaqueros. Y aquí me tienen, palabritas comidas una a una, en mi ropero no hay más que skinny jeans. Ahora juro y perjuro que no habrá vuelta atrás y que nunca más volveré a usar pantalones campana (pero lo digo bajito y con la boca pequeña, que ya se tiene una bien aprendido aquello de no proclamar que «de este agua no beberé»).

Otro tema digno de mención es el de las «gafas de ver». Ese objeto que en nuestra niñez era el peor de los estigmas y te convertía en un «gafitas cuatro ojos capitán de los piojos». A mí me pusieron gafas con trece años y me negué a usarlas, ni siquiera en clase, y así estuve hasta los diecinueve, cuando mi madre accedió al fin a comprarme unas lentillas, pero a esas alturas mi miopía se había multiplicado ya por cuatro y gracias a ello ahora no veo tres en un burro. Hoy en día, sin embargo, la gente usa gafas aún sin necesitarlas, incluso sin cristales, y cuanto más grandes mejor. Yo misma tengo las lentillas muertas de risa en el armarito del baño desde hace cosa de un año y medio, cuando el señor Wayne me regaló las gafa-pastas preciosísimas que luzco a diario (aunque nunca me dibuje con ellas…).

gafapasta

Y de esta forma, usar gafas ha pasado de ser cosa de empollones  o «calculines», a ser lo más trendy y cool del momento. Ahora todos queremos tener nuestro punto nerd y los más modernos y estilosos se convierten en hipsters. Los tiempos cambian y aunque las modas de épocas pasadas siempre vuelven, jugamos a mezclarlas todas y conseguir un aire vintage maravilloso… No sé que opinión os merecerá a vosotros todo esto, pero yo le veo un lado no sólo bueno, sino fantástico y es que, básicamente, esto nos permite vestir como nos plazca, ser naturales, improvisar. Cosa que a mí, que hace mil años mil que me desconecté de las tendencias, me viene genial.

Y hasta aquí mi desvarío del viernes. Sólo me queda daros las gracias por dejarme compartirlo con vosotros e invitaros, como siempre, a comentar. ¿Qué pensáis de la moda en estos tiempos que corren? ¿Qué cosas os encantan y qué cosas os chirrían? ¿Cuál es vuestro estilo? El apartado de comentarios es todo vuestro.

¡Feliz fin de semana!

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Estambul en formato Instagram

#PlayItLoud!

Esta semana, mi lunes se pasa al martes, y es que ayer, bien tempranito, regresábamos de Estambul, donde hemos pasado unos días con la familia para asistir a una boda. Con eso de ahorrar en equipaje, dejamos nuestra cámara en casa y decidimos tirar de móviles. Yo, para rizar un poco más el rizo, decidí captar una perspectiva distinta de la ciudad, evitando las fotos paisajísticas de monumentos y mezquitas (que a mí no se me dan nada bien y además pueden encontrarse en Google a golpe de clic) y centrándome en inmortalizar instantes mágicos y rincones bonitos. Todo ello en formato Instagram.

Si te apetece, ¡quédate, que arrancamos!

Estambul azulejos

Una de las cosas que más me enamoró de la ciudad fueron algunos de sus suelos y azulejos. Los de las salas del  Palacio de Topkapi eran para llevárselos a casa (suerte que me dio lugar a disparar unas cuantas fotos antes de que el guardia me recordara que allí no se podía).

Estambul comida

Me llamaron mucho la atención los puestos de castañas, siempre presentes en tramos peatonales, y todos iguales, con sus ruedas y su toldo de rayas rojas. Altamente recomendable, disfrutar de un brunch el domingo con un desayuno turco tan apetitoso como el que podéis ver aquí arriba. Delicioso. Por si queréis apuntar, nosotros fuimos a una zona llamada Rumeli Hisari, en el Bósforo.

Estambul Beyoglu

Caminar por el paseo del Bósforo si el día está soleado es casi una obligación, como también lo es perderse por las callejuelas del centro de Estambul, en el barrio de Beyoglú, que esconde cuestas, escaleras y calles empedradas, mucho verde y un sinfín de terrazas en las que disfrutar de un humeante y rico té turco. Escapar de lo meramente turístico te permite conocer otra cara de la ciudad, más tranquila y mucho más auténtica.

Estambul Civan

Y por último os dejo unas fotos de Civan, una tienda tan preciosa que merecía ser empaquetada con todo lo que hubiera dentro. Ya veis lo fotogénica que es y, además, todo es hecho a mano por ellos.

Espero que hayáis disfrutado del paseo y de esta perspectiva algo más personal de una ciudad tan turística.

¡Nos leemos mañana!

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